domingo, agosto 26, 2007

Hacer el bien, ser bueno.

Hoy he leído en "Por qué no soy cristiano" de B. Russell una cosa que me ha chocado y me ha hecho pensar, es sobre la diferencia entre ser bueno y hacer el bien. En principio se supone que lo que importa es hacer el bien, y el que hace el bien obtiene las loas de sus conciudadanos. Para hacer el bien hace falta, en alguna medida, poder. Pero, producto de la impotencia de los primeros cristianos, perseguidos, surgió la idea de ser bueno como algo que no depende de los actos sino que es intrínseco a la persona y que, precisamente, puede manifestarse más en quién menos hace, como los ermitaños que se suben a un monte o quienes se encierran en un monasterio a rezar. Esto, sumado a la separación del cuerpo y el alma, nos conduce fácilmente a que la bondad es una cualidad del alma. Y efectivamente vemos que la iglesia no canoniza a alguien porque haya hecho algo grande y beneficioso para la humanidad como descubrir una vacuna que salva millones de vidas sino más bien a dudosos milagreros supuestamente tocados por la mano de Dios.

Es muy curioso. A mí, de hecho, me suena muy raro cuando alguien me dice que soy bueno -tenía un amigo musulmán que a veces me lo decía-, y también me sonaba raro cuando me lo decían de niño, peor sería que te dijeran que eres malo así que mejor dejarlo correr, pero suena raro. Como un pobre regocijo autocompasivo.

Y qué diferencia al oído entre decir: "sed buenos" actitud más bien pasiva, propia de la impotencia de que habla Russell, y decir: "haced el bien" posicionamiento activo y bastante más complicado, me temo.
HispaLab
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